21,233 Admiradores
Dame mit Fächer (Dama con abanico), del pintor Gustav Klimt, el máximo representante de la secesión vienesa, la denominación del modernismo en Austria, acaba de ser vendida por 74 millones de libras (86 millones de euros) en una subasta celebrada en la sede de Sotherby’s en Londres. Incluyendo comisiones y otros gastos, el desembolso total del anónimo comprador ascendería a los 99 millones de euros, según la casa de subastas. Se trata del precio más caro que una obra de arte ha alcanzado nunca en una subasta en Europa.
Dama con abanico es un retrato femenino en el que Gustav Klimt, a través de su particular estilo simbólico lleno de motivos decorativos representa a una mujer sosteniendo un abanico. La pintura, “una obra maestra de un artista en el apogeo de sus poderes”, según Sotherby’s, fue hallada en el taller de Klimt, inacabada, tras la repentina muerte del pintor, el 6 de febrero de 1918, lo que no ha impedido al comprador superar en 11 millones de euros el precio estimado antes de la subasta.
puntos negros del negocio del arte
Por muy desorbitada que parezca esta cifra, no es ni de lejos la cantidad más cara pagada por una obra de arte, lo que reabre un debate tan antiguo como las subastas: ¿cuánto vale una obra de arte? ¿Existe una burbuja? ¿Ese precio es el reflejo de la calidad artística de la obra o por el contrario percibimos como mejores las obras que han alcanzado un mayor valor económico? Por no hablar de los aspectos morales o éticos que muchas veces acompañan a estas obras, de procedencia dudosa o directamente robadas o expoliadas. Reparos que también podrían ponerse muchas veces al origen de las fortunas de sus compradores.
En este sentido, las obras de Gustav Klimt combinan varios ingredientes de este cóctel: precios desorbitados, nazismo, expolio y voluntades traicionadas. Es el caso de una de sus obras icónicas, Retrato de Adele Bloch Bauer I, pintada en 1907, un retrato de la esposa del industrial judío austriaco Ferdinand Bloch-Bauer. Tras el fallecimiento de Adele, en 1925, ella pidió en su testamento que las obras de arte de Klimt se dejaran en la Galería Belvedere de Viena después de la muerte de Ferdinand.
Pero tras la llegada de los nazis al poder en Alemania y la anexión de Austria, en 1938, el propietario legítimo, Ferdinand, huyó a Suiza y su colección de arte fue requisada. A pesar de que en su testamento, Ferdinand –fallecido en 1945– legaba todos sus bienes, incluidas sus obras de arte a sus tres sobrinos, la galería Belvedere nunca restituyó la obra a sus legítimos propietarios, hasta que en 2006, después de un litigio de años, los tribunales establecieron que las obras habían sido robadas y debían devolverse a la familia. Los herederos legítimos vendieron la pintura por 135 millones al magnate de los cosméticos Ronald Lauder en 2006, que la trasladó a su museo en Nueva York, la Neue Galerie, donde todavía se exhibe.
Expolio nazi y fraudes
En su momento, Retrato de Adele Bloch-Bauer I estableció un récord en el mundo del arte, aunque actualmente no es la más cara de las obras de Klimt. Ese honor lo tiene Serpientes de agua II, adquirida en 2013 por 187 millones de dólares por un oligarca ruso, Dmitry Rybolovlev.
La historia de la obra tiene muchas similitudes con la anterior. Propiedad de una judía austriaca, su dueña se vio obligada a huir del país en 1938 dejando sus posesiones atrás. La pintura fue confiscada por los nazis, que se la entregaron al cineasta Gustav Ucicky. Tras la guerra, la pintura se consideró desaparecidahasta que en 2012, la viuda de Ucicky, Ursula, quiso ponerla a la venta a través de la casa de subastas Sotherby’s a través de un intermediario. En ese momento saltaron todas las alarmas, ya que la pintura figuraba en el registro de obras robadas por los nazis, y los herederos legítimos y Ursula llegaron a un acuerdo.
La venta de esta obra de arte también pone de manifiesto el lado más oscuro del arte y sus transacciones millonarias, cruzándose acusaciones de fraude. A partir de 2003, Dmitry Rybolovlev acumuló una importante colección de arte – con obras de Paul Gauguin, Auguste Rodin, Amedeo Modigliani, Pablo Picasso o el propio Klimt– a través del marchante de arte suizo Yves Bouvier, que, según parece, habría hinchado el precio de diversas obras para estafar a su cliente y obtener un beneficio muy superior a los honorarios que legalmente habría cobrado. Bouvier buscaba obras de los más destacados pintores contemporáneos para Rybolovlev, poniéndose de acuerdo con intermediarios para alterar el precio de las obras y repartirse los beneficios.
El retrato de Adele Bloch-Bauer I fue confiscado por los nazis a sus legítimos propietarios, una familia judía, que tan solo pudo recuperar su propiedad más de 60 años después.