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Desde la Antigua Grecia la figura de la Medusa a atravesado la cultura, con diferentes versiones y miradas ajustadas a cada tiempo, en una transformación que la llevó de deidad, un personaje mitológico para entender cuestiones humanas, a una figura representativa del pecado y la ambición a, las más actuales, que revisitan su construcción teórica y la entienden como una creación de la misoginia.
En el Museo de Bellas Artes de Caen, Francia, se lleva adelante Bajo la mirada de Medusa, una muestra que a través de sesenta y cinco obras recorre ese camino, la evolución de sus representaciones, desde las primeras fuentes iconográficas de la Antigüedad hasta las más recientes.
Medusa sea quizá el artefacto cultural más acabado para entender el devenir de la Humanidad, ya que su presencia constante, desde hace 27 siglos, ha sido representada a través de la literatura, la pintura, la escultura, el dibujo, la estampa, la fotografía, las artes decorativas, el cine y los videojuegos.
“A lo largo de su historia, el hombre no ha dejado de dar forma a sus miedos para dominarlos mejor. Preocupado por controlar su miedo a las realidades aterradoras que lo rodeaban, a las fuerzas de la naturaleza que superaban su entendimiento, a los enigmas del yo (ansiedad ante la sexualidad, la muerte, la alteridad), los convirtió en deidades, inventó mitos”, explica el historiador de arte y curador francés Alexis Merle Du Bourg.
La exhibición reúne piezas de Crésilas, escultor de la antiguedad griega, hasta artistas emblemáticos como Benvenuto Cellini, Sandro Botticelli, Pierre Paul Rubens, Gian Lorenzo Bernini, Adèle d’Affry, Auguste Rodin, Jean-Marc Nattier, Theodor van Thulden, Edward Burne-Jones, Franz Von Stuck o Antoine Bourdelle junto a contemporáneos como el argentinoLuciano Garbati, Laetitia Ky, Zhang Yunyao y Guillaume Pinard, entre otros.
El poeta Hesíodo, al que algunos historiadores consideran el primer filósofo griego, fue el primero en escribirla junto a sus dos hermanas, Esteno y Euríale, conformando el trío de las górgonas. Considerada como un monstruo ctónico (refereido al inframundo), el mito relata que aquellos que la observaban a los ojos quedaban convertidos en piedra. Fue en sí, la representación del terror grotesco.
El poeta romano Ovidio agrega un dato interesante sobre su orígen. En Las Metamorfosis (S. VIII d.c.) sostiene que fue una mujer hermosa, con muchos pretendientes, y que tras ser violada por Poseidón en el templo de Atenea, del cual era sacerdotisa, la diosa la despojó de su cabellera para colocarle las serpientes características. Esta exaltanción de su belleza, sin embargo, no era nueva, ya había sido retratada por Píndaro en el V a.c.
La cuestión es que Medusa es más recordada por su monstruosidad y mortalidad, que se produce cuando fue decapitada por Perseo, quien utilizó su cabeza como arma para que, finalmente, Atenea la colocara en su escudo, la égida.
En Odisea “Homero la describe acampando a las puertas del Hades, en la frontera entre el mundo de los vivos y el de los muertos, al borde de lo visible y de lo que la visión no se puede sostener. Colocada a equidistancia entre el orden del que los Dioses son los garantes y el caos, la razón y la locura, su naturaleza es ser impura, dual, ambivalente”, sostiene Merle Du Bourg.
Pero hay algo más allá de su historia que la vuelve irresistible para los artistas, asegura el historiador, y es ese imaginario de la mirada fatal, que “explora el movimiento de la visión, verlo y ser visto”.
Sus primeras representaciones estéticas, por lo menos las que sobreviven, datan del siglo VII a.C., con vestigios en el frontón de los templos, en los escudos, en utensilios domésticos como en un esquifo, vasija de cerámica, que era un gorgoneion, un amuleto que inducía horror al mostrar la cabeza de la Gorgona, que se presenta en la muestra.
Es durante el medioevo cuando se resalta la historia de Medusa y Perseo, a partir de textos en general, que buscan reinterpretar la historia desde una perspectiva cristiana. Ya no es un mito relacionado a las deidades, sino una alegoría sobre el pecado y la lucha en que pierde la cabeza un simbolo del bien derrotando al mal.
De hecho, en Acerca de las mujeres ilustres, de Giovanni Bocaccio, primera obra de la literatura occidental dedicada exclusivamente a las mujeres, el autor de Decamerón propone 106 biografías femenenias cortas que unen a Eva, Opis, Medea y, por supuesto, Medusa, pero lo hace desde una moral religiosa, mezclando los buenos ejemplos y los malos. En el caso de la gorgona, revela su talento para enriquecerse a partir de la fortuna de su padre y como esto la llevó a convertirse en una poderosa soberana que, enceguecida por la ambición y la fortuna, cae en decadencia.
El personaje resurge con mucha fuerza durante el Renacimiento, donde sus representaciones, acorde a la época, son lo más humanas posibles, y donde de alguna manera se establece el modelo estético que se perpetúa. Medusa es un monstruo, ya no quedan dudas, y se refuerzan las escenas más importantes del mito: su decapitación, Perseo liberando a Andrómeda y la petrificación de Phinea.
Entre las piezas destacadas se encuentran la Medusa de Benvenuto Cellinio la Cabeza entonces atribuida a Leonardo da Vinci, o un tapiz en el que aparece la égida ornamentada de Medusa de Botticelli, todas partes de la muestra. El caso de Cellini es singficativo porque tiene su costado político. Los Medici hicieron de la decapitación de Medusa un símbolo de su triunfo sobre la sedición del pueblo, siendo Perseo la imágen de la nueva dinastía ducal de la República de Florencia. En ese sentido también deben interpretarse una de las más icónicas representaciones del mito, la realizada por Caravaggio -también por encargo- en 1958, para su escudo ceremonial.